El Laboratorio de Evolución Humana de la Universidad de Burgos, ubicado en el centro I+D+i, es el único que se convierte en laboratorio provisional y definitivo de los restos que cada día de campaña se extraen de Atapuerca. En concreto son las piezas de cerámica, fósiles óseos de fauna y humano se industria en hueso y piedra. Esconde el tesoro de los primeros agricultores de la sierra de Atapuerca.
El trabajo diario de la excavaciónse transforma en intensa labor de clasificación y limpieza en el Laboratorio de Campaña. Éste se reparte y los más de 150 restos que cada día de campaña se han localizado en el yacimiento de Cueva Mayor que coordina el profesor de la Universidad de Burgos, José Miguel Carretero, se tratan en el Centro de I+D+i de la UBU. Estos fósiles llegan aquí con el polvo del sedimento oscuro de uno de los yacimientos en cueva más impactantes de la sierra. Sólo lo abandonarán camino de un museo o del depósito Cenieh.
El trabajo en el yacimiento es el inicio de todo el proceso como ya se ha visto con el trabajo intenso que cada día se realiza en el Laboratorio de Campaña provisional que cada año se monta en la Residencia Gil de Siloé.
Pero existen algunos yacimientos que se destinan a otro espacio que no abandonarán ya durante todo el proceso de investigación. De esta manera todos los restos recuperados durante la campaña en un yacimiento tan amplio como es el de Portalón de Cueva Mayor llegan para su lavado, siglado e identificación en la base de datos al Laboratorio de Evolución Humana (LEH) del Centro de I+D+i de la Universidad de Burgos.
Cada tarde entorno a 20 ó 23 personas, las que cada día excavan de media en el yacimiento, se trasladan desde las 17,00 horas a las dependencias del Laboratorio de la UBU para proceder al tratamiento de las más de un centenar de piezas que cada día se recuperan en este entorno. El proceso de recuperación de restos para su estudio está sistematizado por todo el equipo de investigación y aunque en diferentes dependencias en todos ellos se hace lo mismo. «Empezamos a lavar el material, básicamente con pincel, cepillos o con las manos en función del material y luego se pone a secar», resume el responsable del yacimiento de Portalón y director del LEH, José Miguel Carretero. Después «tenemos que siglar y clasificar los materiales, meterlos en la base de datos e introducir todos los apuntes tomados en el campo y pasarlos a la base», finaliza. Después llegará el momento de someter las piezas al microscopiado y empezar a desarrollar estudios aunque en los materiales de Portalón es importante definir los restos, principalmente de cerámica, que aparecen muy troceados. Al final de campaña el equipo se junta con en torno a 3.000 ó 4.000 piezas solo en este yacimiento. Por eso la cadena no debe pararse. «Si te paras y te descuidas se acumula el trabajo y es mucho más difícil», aclara Carretero. Por ello aprovechan la presencia cada tarde de los especialistas en los diferentes restos que aparecen en este yacimiento.
«Es mucha la gente implicada en el proceso que tiene que controlar cada aspecto los que dominan el área de huesos humanos, los que son especialistas en fauna o cerámicas tienen que controlarlo para poder meter los datos correctos en la base de datos e iniciar el proceso científico» advierte. Si esto falla podría lastrar todo el proceso científico.
El lavado de los restos es una parte importante. Se disponen las piezas a remojo para se reblandezca el sedimento con el que aparece asociado. Después el equipo se encarga de ‘ayudar' en ese efecto de limpieza manipulando las piezas.
En este área es muy común que aparezcan numerosos restos de cerámica que «está muy fraccionada y poco a poco tenemos que ir jugando con ellas para pegarlas y reconfigurar la pieza final».
Después del lavado se procede al siglado de cada fósil en el que un código propio del equipo identifica la campaña en la que ha aparecido el resto, el yacimiento, el nivel estratigráfico y su identificación como material.
Todo esto, en un resumen de letras y números, se escribe en el propio fósil. Para no dañarlo se busca la parte donde no se tape ningún posible dato (rotura o marca de corte) y se coloca una película de esmalte.
Después con tinta china se coloca la identificación.
Finalmente este material se clasifica por su tipología y se inserta en la ingente base de datos del proyecto Atapuerca para que se refleje su presencia y pueda ser consultado por miembros del equipo o por otros investigadores.
Pero esa consulta siempre se hará en las instalaciones de la UBU.
Investigación tecnológica
Una de las particularidades de este laboratorio es la toma técnica de datos gracias al equipamiento con el que cuenta este laboratorio de la UBU. De esta manera se dedican a topografiar el yacimiento con el denominado Escaneado 3D y se detienen en digitalizar el espacio con más restos o con más interés científico al detalle con la denominada Estación Total. «Es algo que llevamos haciendo desde hace unos años gracias a que contamos en la UBU con el escáner láser». El sistema se basa en realizar un barrido láser de la superficie de excavación y se logra así una topografía muy rápida en función de coordenadas que permiten mapar el espacio.
«Éste es el camino que seguimos para controlar la superficie de excavación, ver cómo avanzamos, como se baja cada año para hacer topografía de perfiles etc.», apunta Carretero. Utilizar este instrumento permite un trabajo muy rápido en el yacimiento «lo que se agradece» pero después «el trabajo se ralentiza en el laboratorio porque el sistema te da millones de puntos que tienes que ir analizando poco a poco».
La Estación Total es un sistema informático que también permite situar las piezas en el yacimiento.
«Este sistema es mucho más preciso y te permite situar y coordinar piezas del tamaño de una uña», aclara Carretero. Unos sistemas de medición que se usan de forma normalizada en Cueva Mayor tras los equipamientos adquiridos por la UBU y la formación del personal especializado «es necesario para poder desarrollar estos cálculos contar con personal especializado porque son técnicas muy útiles». Un trabajo que el equipo de la UBU también ha hecho en el yacimiento Gran Dolina.
Fuente: El Correo de Burgos