Ocho alumnos de Arquitectura de Interiores presentaron ayer ante el alcalde sus apuestas para reconvertir la vieja estación ferroviaria en un centro consagrado a la creación
La vieja -y añorada- estación ferroviaria atesora un cúmulo de valores que la convierten en un auténtico regalo. Ya es municipal y, por tanto, es la ciudad quien puede hacer de ella lo que considere. Su terminal está protegida, por lo que debe ser conservada, y es conocido que la mejor forma de conservar es dar vida. Quedará en primera línea de bulevar, por lo que está llamada a ser uno de los edificios de mayor impacto sobre la faraónica obra diseñada por Herzog y De Meuron. En definitiva, quien reciba el encargo de catalizar su metamorfosis, tendrá entre las manos una oportunidad única.
El Ejecutivo de Juan Carlos Aparicio ya ha dicho qué quiere para la terminal. Será un centro consagrado a las artes. A cuáles, cómo y para qué deberá decidirlo el proyecto cultural, para el que está previsto convocar un concurso público este verano. Después habrá que pasar a debatir su estética y funcionalidad, a diseñar su futuro sin desvirtuar su esencia.
Pero siempre hay quien camina por delante y sin lastres, como los alumnos del Proyecto Fin de Carrera de Arquitectura de Interiores . 23 de ellos ya expusieron propuestas más o menos sólidas para resucitar la vetusta terminal en una muestra abierta al público en Semana Santa en la sala de Cajacírculo en el Espolón.
Por allí pasaron, entre otros, el alcalde, Juan Carlos Aparicio, y el rector, Alfonso Murillo, a los que el director de la titulación, el profesor José Manuel González, emplazó a sumarse a un jurado para fiscalizar las ocho apuestas más consistentes, cosa que sucedió ayer.
Para poder ‘postularse' como ponentes, cada alumno tiene que llegar a junio con todas las asignaturas superadas y haber obtenido también el visto bueno de sus respectivos tutores de proyecto. Los profesores Jesús Arribas, Arancha Arrieta, José Manuel Méndez y Raúl del Barrio han sido los mecenas intelectuales que han supervisado los trabajos. Ayer tocaba enfrentarse a la opinión del tribunal, compuesto por el director de los estudios, José Manuel González, el rector de la UBU, Alfonso Murillo -que ejerció de presidente-, el alcalde, Juan Carlos Aparicio, y la arquitecta de la Diputación Belén Cabezón.
Apuestas comunes
Seis de los ocho nuevos arquitectos de interiores apostaron por alinearse con la idea política del centro de creación artística, cada uno con sus peculiaridades, mientras que hubo dos que decidieron plantear un centro consagrado a la fotografía y otro dedicado a la gastronomía.
Pero más allá de la cuestión de fondo, se trataba de analizar la formalidad de las propuestas, y hay varios elementos comunes que no pasaron desapercibidos.
El primero es la «tormenta de ideas y la lozanía de las propuestas», en palabras de González, pero tampoco desmerece el trabajo elaborado para contextualizar el edificio con la ciudad a la que debe servir, sometida a una notable transformación en el último trienio. La mayoría optó por recuperar la ‘cara oculta' del edificio, otrora salida de la terminal hacia los andenes pero pronto playa del bulevar. El MEH ha hecho mella, y más en concreto el diseño de Juan Navarro Baldeweg. Sus ‘aspas', las escaleras lineales limitadas por cristales que van creando miradores o el tratamiento de la luz natural son algunos de los elementos claramente emulados.
Dos matrículas de honor, cuatro sobresalientes y dos notables fue el veredicto del tribunal. Todo un apuro para quienes firman proyectos multimillonarios y que, a buen seguro, acudirán a la llamada del jefe de estación, que anuncia que el próximo tren debe llevarnos a la ciudad de las artes.
Fuente: Á. M. / Burgos